"Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara
de entre los muertos al tercer día" Lc 24, 46
De
todas semanas del año, para un cristiano, la Semana Santa es la
central. La más importante.
Por
decirlo de alguna manera más gráfica es la “semana grande”. En
ella conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Por
lo tanto, la Semana Santa, constituye el corazón y el palpitar del
resto de la liturgia que celebramos durante el resto del año.
Vivamos
con intensidad estas jornadas. Que seamos entusiastas del Señor con
nuestros olivos y palmas; que abramos los oídos para que sus
Palabras lleguen al fondo de nuestras vidas; que seamos como los
apóstoles, personas dispuestas a compartir su última cena y vivir
los gestos de Jesús. Que, como si fuera ahora mismo, la Pasión (su
lectura y su meditación) nos conmueva de tal manera que tengamos la
sensación de estar en primera línea como lo estuvieron aquellos
primeros seguidores hace dos mil años.
Y,
sobre todo, que la Resurrección de Cristo nos haga reavivar nuestra
fe de tal forma que salgamos de esta Pascua tocados por su Espíritu
y rejuvenecidos por el don de una vida nueva.