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jueves, 30 de octubre de 2014

A las misiones hay que ir con alegría

"A LAS MISIONES HAY QUE IR CON MUCHA ALEGRÍA, LAS IDEAS CLARAS Y CIERTA DOSIS DE LOCURA POR EL EVANGELIO"

Eduardo Martín Clemens, delegado diocesano de Misiones
El mes de octubre está dedicado a promover la animación misionera. Más allá de la cita puntual del pasado fin de semana, el DOMUND, el mes misionero se vive con intensidad  en la Delegación Diocesana de Misiones. El objetivo no es otro que “hacer llegar a todos los hombres el mensaje feliz del Evangelio”. Así lo resume el delegado de Misiones, Eduardo Martín Clemens, que en esta entrevista hace balance de esta campaña y adelanta algunas iniciativas que se afrontan desde la Delegación.
Si le pregunto por el pulso de la Delegación de Misiones de Sevilla, ¿qué nos diría?
Inquieta. Yo la definiría como inquieta. Como si en ella latiera el corazón de la Iglesia universal.  Eso  lo notamos día a día y momento a momento, tanto cuando está cerca la jornada del DOMUND como durante el año. La delegación es el centro donde pasan los misioneros que vienen, la gente que tiene inquietudes vocacionales, el voluntariado que trabaja todo el año. Es una Delegación provocativa e inquieta.
¿Cómo resumiría el último curso en la Delegación?
No hay dos cursos iguales. Ha sido el primero del pontificado del Papa Francisco, con lo cual se fomentó mucho aquello de ‘la Iglesia en salida’. La dimensión misionera no sólo abarcaba a la Delegación sino que se irradiaba a toda la Iglesia de Sevilla y la Iglesia universal. Y eso se ha notado.  Ha sido un curso donde la dimensión misionera o ‘la Iglesia en salida’ salpicaban a todos los estamentos de la Archidiócesis. 
El arzobispo en su carta pastoral de comienzo de curso hablaba de la misión diocesana ‘ad gentes’ ¿De qué se trata?
‘Ad gentes’ significa la misión que sale hacia fuera, donde haya  más necesidad.  El arzobispo se refiere a la misión diocesana que asumiría un terreno de misión donde hiciera mucha falta porque no conocen a Jesucristo o porque la fe es débil. Se trata de salir de las fronteras locales de la Archidiócesis y extendernos a un territorio que, con su propia autonomía, es ayudado desde aquí y nosotros somos ayudados desde allí. La Iglesia vieja de occidente rejuvenece desde la Iglesia misionera, y al mismo tiempo damos también, como diría San Juan Pablo II,  desde nuestra pobreza. Aquí  tiene que tener eco el dolor de la Iglesia más necesitada: la llamada de los obispos que no tienen sacerdotes, llamadas para proyectos económicos, para la evangelización directa... Eso revertiría a favor de un enriquecimiento de la Iglesia que envía, que sería Sevilla, y la Iglesia que recibe, que acogería. 
¿Cómo se llevaría a la práctica?
De manera itinerante.  Los sacerdotes pasaríamos por esta experiencia misionera fuerte  cuatro, tres años… Como mínimo un año. Sabemos que no todo el mundo podría ir. La vocación misionera, por mucha necesidad que haya, es un don de Dios. La Iglesia es la que envía pero es el misionero el que tiene que querer ir, y el arzobispo no se encoje a la hora de que algún sacerdote le pida ir a misiones. Aquí no se van a cerrar parroquias porque se vayan,  aún podemos subsistir bien. Esta misión diocesana sería el mejor tesoro para la Iglesia de Sevilla.
¿Hay personas ya preparadas para este proyecto?
Hay cuatro sacerdotes que lo han pedido, matrimonios que han estado este verano y jóvenes también que quieren ir. El proyecto aún no ha comenzado a ser efectivo porque hay gente que se está preparando.  Hacen falta personas muy maduras y que tengan una espiritualidad firme, porque vamos a anunciar a Jesucristo con obras y palabras y eso no se improvisa en un día.   
¿Existe en Sevilla una escuela para formar a nuevos misioneros?
Una escuela en sí no existe. Hay instituciones y misioneros que se dedican a la formación. En Sevilla contamos con los Padres de África, los Combonianos, los Padres Blancos, las Obras Misionales Pontificias, el IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras), etc. Hay instituciones centralizadas en Madrid que, cuando son llamados, envían  los mejores profesionales y gente experimentada para preparar el equipo que quiera salir de aquí. Un sueño que se está planteando, y es posible, sería que en el Instituto Superior de Pastoral se impartiera la asignatura de Misionología. Normalmente vienen los futuros misioneros a la Delegación a pedir ayuda y nosotros aglutinamos los distintos carismas misioneros que tenemos en la Archidiócesis y les ofrecemos una misión mucho más objetiva y universal de la Iglesia. En la Delegación nos dedicamos más, a través de un Secretariado permanente, a la animación misionera.
¿Cuál sería el perfil del misionero?
Hay que ir con mucha alegría a misiones, con las ideas claras y con cierta dosis de locura por el Evangelio. El que programa mucho y quiere tenerlo todo tan perfecto y tan equilibrado se choca a la primera. Tiene que tener mucha madurez humana, que es clave en estos sitios donde te mueves en los límites.  En Sevilla contamos con gente así. 
¿Qué es ‘Fraternitas Sine Finibus’, el Hogar Oscar Romero?
Es un hogar de niños que hay en Perú y que tiene vinculación con la Archidiócesis. Una iniciativa que nació en Sevilla y que llevan laicos. Las dos responsables son las misioneras consagradas Mª Fernanda y Pilar, sevillana y de Alcalá de Henares, respectivamente. Llevan el Hogar junto a madres sustitutas de Perú. Recogen a niños de la calle o niños que no tienen madres o están en la cárcel. Las decisiones que toman son al 50% en Perú y en España, para que sea un mestizaje. En misiones no se hace nada sin el mestizaje o inculturación. En verano salen de Sevilla y de toda España a misionar allí.  
Ser misionero hoy día conlleva riesgos y satisfacciones ¿Qué le diría a las nuevas vocaciones?
La misión ha conllevado riesgos siempre, porque ellos van a dar la vida con todas sus consecuencias y eso es motivo de esperanza. Es más gratificante, pastoralmente, trabajar en tierra de misión que aquí. Yo le diría a las nuevas vocaciones que no tengan miedo porque el misionero no va solo, va con la fuerza del Espíritu, es enviado por su Iglesia local, que lo sostiene, lo protege y lo guarda, y sobre todo cuenta con la oración de toda la Iglesia que se queda en guardia cuando lo envía.

Archisevilla Lunes, 27 de octubre de 2014