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lunes, 30 de octubre de 2017

misión en corea del sur

Me llamo Esther, tengo 41 años y soy misionera desde los 20. Os quería contar mi experiencia en Corea del Sur, donde estuve 4 años. Una cosa que hice fueron clases de inglés a niños entre 6 y 9 años como voluntaria en la biblioteca de la parroquia. 

Me impactó la presión que tienen, ya desde tan pequeños. Después del colegio tenían entre cuatro y siete academias por la tarde, y eso que mis niños tenían pocos recursos. 
Me quedé con la boca abierta un día que en el descanso varios se pusieron a tocar el piano, como pequeños virtuosos. Es admirable y doloroso a la vez, porque pierden mucho de su infancia en esa maratón hacia entrar en una buena universidad.

Entiendo que el país ha pasado de estar destrozado tras la guerra a ser una potencia económica gracias a ese esfuerzo en el estudio. Pero ahora eso les pasa factura porque es muy difícil salirse de ese ritmo. 

El que no va a academias, sea por opción de los padres que no quieren esa presión para sus hijos, o porque no tiene dinero, o porque psicológicamente no lo aguanta… se queda atrás. Así que ofrecer esas clases en las que intentaba también que jugaran es un granito de arena hacia un cambio de sistema que muchos quieren ya. Y espero también que mientras eso no sea posible, mis niños vean todo lo que han aprendido como una riqueza que pueden ofrecer a los demás.