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jueves, 7 de enero de 2021

BUENAS NOTICIAS

 

Bueno queridos amigos, llegó el final de un año diferente, donde se han multiplicado las ocasiones de acompañar y servir a cientos de personas y familias, desde nuestras limitaciones y aquellas que nos impuso el virus:

 


Quizás, no hemos podido avanzar en la mayoría de los grandes objetivos diocesanos que nos planteamos para ir aumentando la presencia y el estilo de Cáritas en nuestra diócesis; pero se ha fortalecido y regado su esencia, llevando de una mano a nuestros hermanos necesitados y de la otra la palabra de Dios.


 Hemos intentado ser acogida y consuelo, orientación y apoyo, hemos escuchado y secado lágrimas, abrazado sin deber hacerlo y sentido en muchas ocasiones la impotencia de no poder hacer más en situaciones muy dolorosas.

Se ha intentado que muchas familias tuvieran una comidita digna al día (incluso en los peores día del confinamiento) y para eso ha habido manos que cocinan, manos que donan, manos que limpian, manos que organizan, manos que rezan. También se pudo regalar ropita limpia, casi nueva, a los que la perdieron en el camino de la migración. Abrir las casas de acogida a los más desvalidos, especialmente a familias con niños, enfermos y mujeres en situación de violencia.

Se ha podido acompañar a que recibieran una atención sanitaria básica a muchos y en algunos casos especializada,  a conseguir sus medicinas y dar el apoyo social y psicológico necesario a quienes se acercaban.

Acompañamos en la búsqueda de un “cuartico” donde arrendar y descansar sus cuerpos agotados, promocionando con algunas familias pequeños emprendimientos que den estabilidad a sus vidas.

Hemos visitado personas abandonadas en camas de hospital, sin nadie que les acompañen y nos hemos convertido en familia y amigos, acogiendo a algunas en su proceso de recuperación,

También nos ha tocado apoyar el entierro de migrantes que murieron solos, sin nada, ni nadie...

 

Rezamos, cantamos, reímos, soñamos, bailamos, reflexionamos, compartimos y lloramos detrás de los muros de los centros de privación de libertad. En esos espacios, de los que la sociedad solo piensa en negativo, la dichosa pandemia  hizo brotar y crecer la solidaridad. El que tenía para hacer algún remedio casero como “agüitas” de planas medicinales o infusiones, compartía a las demás personas privadas de libertad enfermas; ante la poca o nula atención del ministerio de salud.

 

Crecimos como seres humanos y en nuestra oración hemos encontrado a Cristo encarnado durmiendo en la calle junto a seis niños, haciendo la fila del comedor, pidiendo ayuda, golpeado y maltratado por la violencia machista, privado de libertad y enfermo sin recibir su medicación básica, drogado en una esquina huyendo de una sociedad que le rechaza, migrando contra su voluntad sin saber a dónde ir, con trastornos mentales sufriendo con cada alucinación o brote psicótico sin entender qué pasa en su cabeza, con miedo a expresar lo que siente dentro de sí.



Como familia hemos abierto las puertas de la casa a diferentes situaciones: una mamá soltera con sus tres hijas, una amiga que necesitaba reflexionar sobre la realidad de su familia, alguna persona que está sola, sin nadie, otras que puntualmente necesitaban espacio, escucha y consuelo,… en algún momento la casa fue extensión de las Casas de Acogida, haciéndonos  crecer en todos los sentidos y sin perder de vista nuestro primer compromiso de servir y amar.

Nuestro deseo de año nuevo es que cada vez seamos más los que nos impliquemos en romper esas desigualdades sociales que no son fruto del destino, que desde nuestro compromiso y servicio concreto nos atrevamos a cuestionar y hacer reflexionar a nuestra sociedad, a nuestros políticos, para que en nuestras leyes TODOS Y TODAS, sin depender de la capacidad económica, el lugar en qué nacemos, la lengua que hablemos, el sexo, el color de nuestra piel,  tengamos un lugar digno.

Deseamos para el nuevo año que se defienda el bien común como ideal de proyecto social de los Estados y que se eviten políticas limosneras que enconan el mal de la pobreza.




Gracias a todas y todos los que habéis sido parte de esta historia, los que de tantas formas habéis puesto este año vuestro granito de arena. Sin vosotros nada de esto sería posible. Os esperamos el próximo año junto con vuestros amigos y conocidos para seguir soñando un mundo más humano y solidario.

Os queremos, ¡Feliz año nuevo 2021!