Según la experiencia que tengamos de Dios, así será nuestra relación con los demás. El modelo a seguir es la experiencia que tiene Jesús de cercanía, de misericordia, de atención personal y, en profundidad, de intimidad con el Padre, expresada de muchas formas en los Evangelios, desde la oración mateana del Padrenuestro (Mt 6, 7-15), hasta la Alta Cristología del Evangelio de Juan (Jn 8, 50; 10, 14.15.35-38...). "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor", nos recuerda el autor de la I Carta de Juan (1 Jn 4, 8). ¿Puede ser igual creer que en un Dios visto como un jerarca tiránico, atormentador de conciencias, que en un Dios que es comunión (la Santísima Trinidad) y amor? Por supuesto que no.
La mirada de Dios es una mirada que lo abarca todo. Jesús siempre sabe descubrir en toda persona lo mejor que tiene, porque sabe que somos imagen de Dios (Gn 1, 26-27), dotados de una dignidad casi divina. ¿No reside precisamente aquí el fundamento último, al menos en clave religiosa, de los derechos humanos? En todos nosotros hay siempre algo bueno, aunque esté oculto, y a partir de ahí, podemos dar los primeros pasos de conversión. Pero muchas veces, nos cuesta ver a Dios como el Amor, con mayúsculas, que siempre espera que salga lo mejor de nosotros, nuestra condición de imagen divina. Es como si la imagen del Dios enemigo del hombre, que falsamente nos creamos, se impusiera a la del Dios Amor y reprimiera nuestra capacidad de conversión. Dejémonos iluminar por el Dios Amor cuya Imagen plena es Jesús.
Este año 2012 comienza prometedor: Dos grandes acontecimientos tenemos a la vuelta de la esquina. Uno de ellos es el Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el L aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Unvierso, el 24 de noviembre de 2013. Como dice el Papa Benedicto XVI: "El Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de la vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31)", tal y como está en la Carta Apostólica Porta Fidei, 6. El otro acontecimiento, estrechamente vinculado al anterior, es el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que tendrá lugar en Roma en octubre de 2012.
Debemos aprovechar estos acontecimientos para volver a los orígenes, a la esencia del cristianismo; esto es: Al encuentro personal con Cristo, al compromiso por el Reino de Dios y sus valores, al mensaje esperanzador de un Dios que es Amor y Salvación para toda la Humanidad. Si no hay con Jesús una experiencia de amor y conocimiento, nuestra religión se basará únicamente en normas y leyes que estrangulan y no liberan al hombre de sus propias esclavitudes personales del pecado y de las esclavitudes estructurales y sociales. Una religión cuyo Dios es el tirano enemigo del hombre.
Y esto interroga a la Nueva Evangelización, cuyo Sínodo se celebrará en octubre. Las Lineamenta (u "Orientaciones") sobre dicho Sínodo sostienen que "como afirmaba el Papa Juan Pablo II, 'nueva evangelización' significa hacer de nuevo el tejido cristiano de la sociedad humana, haciendo nuevamente el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir ayudar a la Iglesia a mantener su presencia 'entre las casas de sus hijos y de sus hijas', para animar la vida y orientarla hacia el Reino que viene" (nº 9). Una "Nueva Evangelización" que, fiel al mensaje y a la vida de Jesús y al espíritu del Vaticano II, permita construir una nueva Iglesia, más doméstica y popular, que sin dejar de ser evangelizadora y misionera, supere las viejas figuras que distinguían entre "países de cristiandad" y "tierras de misión". Todo ello en un encuentro de respeto con los grandes valores de las grandes tradiciones, humanistas y religiosas no cristianas.
No se trata de renunciar a las duras exigencias del cristianismo para amoldarse a una cultura y sociedad secularizadas y recibir así su aplauso, sino de proponer (nunca "imponer"), a toda la Humanidad el mensaje salvador de Jesús de Nazaret, cuyo Dios es Padre-Madre para todos los hombres y mujeres de la Historia. Esta coherencia con las exigencias del Evangelio sigue siendo fuente hoy día de persecución para muchos cristianos, muchos de ellos humildes, en países y contextos sociopolíticos radicalmente hostiles a la libertad religiosa y, particularmente, al cristianismo. En palabras de Tertuliano: "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos". Es por ello que la Iglesia continúa su peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios", anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (1 Cor 11, 26). Con todo, se siente fortalecida con la fuerza de Cristo resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, y revelar en el mundo y a todos los hombres y mujeres el misterio de Jesucristo.
Se trata, por tanto, de dos grandes oportunidades para que nuestra vida eclesial, liturgia y culto incluidos, sea una verdadera adoración "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 23) y no un ritualismo que fomente el sentimiento momentáneo. El culto y la vida dándose la mano como la madeja de una misma realidad que nos hace a los católicos provocativos y creíbles en este momento histórico que nos ha tocado vivir.
Estos dos eventos eclesiales nos deben sacudir de tal manera que no nos echen para atrás los profetas de calamidades ni nos embarquen los seudoprofetas de aventuras horizontales que se empeñan en construir el Reino en la tierra, pero con la vista cansada o una miopía espiritual tan grande que impide levantar los ojos al Cielo, impidiendo el convencimiento firme de que todo es gracia. En definitiva, una fe y una Nueva Evangelización para liberar y salvar, para construir una Iglesia más auténtica y fraterna, y para acoger a toda la Humanidad en el brazo amoroso de Dios.
Eduardo Martín Clemens, párroco de Santa Cruz, delegado diocesano de Misiones y consiliario de Cursillos de Cristiandad.
Texto publicado en ABC de Sevilla, a 5 de marzo de 2012.