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lunes, 21 de octubre de 2013

DESDE MISIÓN Historia de una jubilada “convertida” en misionera

Mª Fernanda Pérez Prieto podría haber aprovechado su jubilación anticipada para dedicarse a recorrer el mundo como turista. No niega que esa idea se le cruzó por la cabeza, pero Dios cambió sus planes. En lugar de peregrinar con una cámara de fotos por distintos destinos, se afincó en un solo país, Perú, donde vive desde hace tres años. Ésta es la historia de una jubilada que supo elegir la mejor parte: ¿por qué limitarse a ser turista si podía “convertirse” en misionera?



Hola a todos y gracias por ofrecerme la oportunidad de contar cómo fue y por qué tomé la decisión de venir a las misiones. Fue de una manera sencilla e inesperada, aunque andaba buscando, y es que como se dice en España “cuando menos se espera salta la liebre”.

Era funcionaria y me faltaban cinco años para poder jubilarme voluntariamente. Yo estaba decidida a dar ese paso para tener tiempo, como dice todo el que se jubila: “poder viajar y dedicarme a hacer lo que antes no me había podido”.

Habían fallecido mis padres, y en esa época yo andaba buscando cómo ocupar mi tiempo libre y quería viajar a las misiones, pero en todas las ONGs y organizaciones te piden que seas psicólogo, maestro, médico, enfermera, maestra, etc. de todo menos administrativa, que es lo que era yo. 

En diciembre, en el triduo de la Inmaculada, un sacerdote que sabía que andaba buscando, me dijo: “si tienes inquietudes misioneras y quieres, te puedes ir a Perú y hacerte cargo de un hogar de niños que se está acabando de construir”. Dicho y hecho, el verano siguiente pedí dos meses sin sueldo y el de vacaciones y estuve en Perú tres meses para dejar funcionando dicho hogar. Desde entonces volvía mi mes de vacaciones, y cuando me jubilé, me vine definitivamente, en agosto hizo 3 años. Ahora vivo aquí once meses y voy un mes a España para ver a mis hermanos, sobrinos y amigos.

Desde entonces soy feliz (claro está, con los días grises, oscuros, tristes como cualquier cristiana); tengo totalmente llena mi vida y me siento útil haciendo felices a los niños y preocupándome en enseñarles los valores para que el día de mañana sean unos buenos padres de familia y puedan transmitir a sus hijos lo que han aprendido en el hogar.

En este mundo, además de los niños, te relacionas también con sus padres y familiares, profesores, jueces y sobre todo con las personas que viven alrededor del hogar y, cuando te van conociendo, te aceptan y empiezas a formar parte de ellos.

Aprovecho para agradecer la ayuda económica que recibimos de España y les animo para que sigan apoyando y colaborando a pesar de estar pasando por una crisis, pero así tiene mas valor, porque se da de lo que te hace falta y no de lo que te sobra, y acá… hay mucha necesidad y es necesario.

Por todo esto que cuento le doy gracias a Dios porque está en medio y en el centro de mi vida, en realidad es Él quien le da sentido a todo esto que os cuento.

Yo animo a todo el mundo para que tengan una experiencia porque enriquece y cambia tu escala de valores, nunca lo olvidaras, después ya se encargará Dios de pedirle y poner a cada uno en su sitio.
Todo el que tenga inquietudes misioneras puede venir al hogar, las puertas están abiertas y los niños esperando para abrazarles.