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viernes, 3 de octubre de 2014

Experiencia misionera vividas en Perú

Desde Sevilla salen cada año hombres y mujeres de espíritu generoso, que dedican su mes de vacaciones a evangelizar otras tierras. 
Entregan su esfuerzo, comparten la fe, dan alegría y consuelo  a gentes necesitadas de esperanza cristiana, de saber que hay un Dios que les ama y se lo demuestra a través de los misioneros.
Isabel Olivares Gilabert, profesora de Infantil con ocho experiencias misioneras, y Pablo Plasencia García, profesor de Religión en su primera misión, han estado este año en Perú y comparten con ilusión  sus vivencias.


¿Cómo nació en vosotros el deseo de evangelizar en un país de misión?
Pablo.- Llevo tiempo en contacto y colaborando durante el año con la Delegación de Misiones y allí surgió la inquietud.  Tenía  la ilusión de conocer la labor y el lugar de trabajo de un misionero,  ir a un país lejano y conocer a personas que no tienen los mismos recursos que nosotros, ni escuelas,  ni tantos sacerdotes como aquí  para ayudarles  y  llevarles a Jesús.
¿Qué es lo que te atrae de allí para que vuelvas cada año?
Isabel.- Que no tienen nada, pero tienen mucho.  Se mastica diariamente el Espíritu Santo; todas las acciones y experiencias que vivo  vienen a través de Dios; tenemos mucho tiempo de oración y aquí es difícil porque el ritmo de vida no nos deja.  Regreso a Sevilla sumamente llena, con una confianza en Dios que es increíble porque, en todo lo que hago,  veo que Dios me sostiene.
¿Qué labor realizasteis?
P. Éramos un grupito de un sacerdote, tres seminaristas y yo.  Con el sacerdote local, el padre Diego,  visitamos colegios contando nuestras experiencias, hablamos mucho de los sacramentos, dimos catequesis a niños y familias, un encuentro con 70 u 80 animadores;  caminando visitamos pueblos para estar y hablar con ellos.
Al  terminar el mes y volver a Sevilla,  ¿cómo entendéis trabajar desde aquí por las misiones?
P.- En aquellos países la gente es más receptiva a las cosas de Dios o es más fácil evangelizar; aquí  la gente tiene otra mentalidad  y hay que hacer una labor de evangelización tremenda, otra misión. Yo doy mucho valor a mi trabajo como profesor de Religión.
I.- Cuando vuelves no te desvinculas del todo de la misión, porque allí hay muchos proyectos y
hay que apoyarlos  económicamente.  Los sacerdotes, además de llevar a Cristo tienen que darles una infraestructura, comida, la casa del sacerdote más adaptada para otras necesidades imprevistas, como  acoger para dormir a familias que vienen de lejos al médico…. Todo eso del sueldo del sacerdote no sale. Un proyecto con el que voy a colaborar es hacer una casa para niñas adolescentes donde se las educaría y prepararía.
 ¿Qué ven en el misionero y qué esperan de vosotros?
P.- Sienten mucha alegría cuando vamos. Son lugares donde no va nadie, pueblos perdidos donde el sacerdote va dos veces al año y ellos lo agradecen mucho y se extrañan cuando se enteran que venimos desde España para estar con ellos. Valoran muchísimo que celebremos la eucaristía y les demos formación. Esperan que compartamos nuestra fe y alegría, aunque recibimos más de ellos que lo que podemos darles;  nos animamos  unos a otros.  

I.- Ellos ven al misionero como un representante de Dios, ven en nosotros su amor. Vamos de puerta en puerta , hablamos con todos, independientemente de la religión o secta que sean. Se sienten escuchados.  Personas que no creen,  si te ven con una cruz, te hablan y cuentan auténticos problemones con total confianza.  Al ser misioneros católicos no damos nada material, lo único que les ofrecemos es lo que dijo Pablo: la alegría y a Jesús.
 ¿Era como te lo habías imaginado?
P.- Te puedes imaginar algo, pero la realidad es diferente. La acogida cariñosa te la llevas en el corazón, no olvidas sus caras, sus nombres, es experiencia  grandiosa.  A pesar de las dificultades e incomodidades,  que vas venciendo cuando los tratas, ese contacto  es la mayor riqueza.
¿Cómo ve tu familia que marches cada año?
I.- Yo nací en una familia cristiana, el primer año era no, no, no,  y ahora rezan todo lo que pueden y más y tienen que aceptarlo. Hemos estado en ocasiones de mucho peligro, caminos hechos en la selva, el coche derrapando por el barro, dormir con bichos, lavarte con agua contaminada, comidas extrañas… y la familia lo sabe.
¿Qué ha sido lo más gratificante?
I.- Sentirme  útil sujetando una escalera, por ejemplo.   No hay que pensar en hacer cosas grandes  sino que todo lo que hago viene de Dios para el servicio de los demás y también que cuando repites es como si tuvieras tu segunda familia.

¿Qué te traes de vuelta a casa?
P.- La riqueza y el ejemplo de lo que me han transmitido:  su manera de vivir la fe, su pasión al participar en la eucaristía, su generosidad al compartir lo que tienen, su confianza en Dios. He  aprendido mucho de su vida sencilla, y he vuelto con el deseo de vivir más intensamente mi vida cristiana,
¿Alguna reflexión que queráis compartir  con Archisevilla Digital?
P.- Hay más alegría en dar que en recibir
I.- Cuando sirves al Señor eres feliz.

Entrevista de Loli Ramírez