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jueves, 1 de octubre de 2015

Santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones

Nació el 2 de enero de 1873 en Alençon (Francia). Fue la novena hija de Luis Martin y Celia Guérin. Las vivencias más hondas y positivas de Teresita encuentran sus raíces en el seno de su familia. Al fallecer su madre, en agosto de 1877, la niña tiene sólo cuatro años. La familia se traslada a Lisieux en noviembre de ese año.
La vida de Teresita estuvo jalonada de innumerables crisis; en un intervalo corto debió afrontar situaciones comprometidas y difíciles. La marginación por sus compañeras del colegio y la marcha de su hermana Paulina al Carmelo hicieron que se sintiera cada vez más sola e insegura ante su futuro. 

Lee las gestas de Juana de Arco y siente hervir la sangre en sus venas; quiere imitar sus pasos y se ve a sí misma como predestinada a la gloria. Al no encontrar una salida a sus grandes ideales sufre una fuerte angustia interior que sólo supera porque vislumbra que en el fondo de la oscuridad hay una salida luminosa: es posible “ser famosa” sin necesidad de realizar obras deslumbrantes. Al cumplir catorce años supera la crisis de la adolescencia y comienza su pleno desarrollo humano y espiritual.
El 9 de abril de 1888, después de enfrentar numerosos obstáculos, franquea con paso firme la puerta del Carmelo y el 10 de enero de 1889 toma el hábito, profesando el 8 de septiembre de 1890.
Ciertas publicaciones han hecho creer que la doctrina de Teresa de Lisieux entraña un fondo infantil que queda fuera de la realidad. Contrariamente a tales prejuicios, todo el mundo reconoce hoy la gran madurez espiritual de esta joven. Lo suyo sería convertirse en una gran santa, en lo infinitamente grande y en lo infinitamente pequeño. Su “carrera de gigante” terminó a los veinticuatro años, al atardecer del 30 de septiembre de 1897.
Es una de las santas más veneradas en la Iglesia católica. Su autobiografía,Historia de un alma (1898) es una de las obras espirituales más leídas de todos los tiempos. Canonizada en 1925, dos años más tarde fue declarada patrona de las misiones católicas, con san Francisco Javier. En octubre de 1997, primer centenario de su fallecimiento, fue proclamada Doctora de la Iglesia. Comparte con Juana de Arco el santo patronazgo de Francia.