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miércoles, 19 de octubre de 2016

Carta del Sr. Arzobispo del DOMUND 2016

“SAL DE TU TIERRA”
DOMUND 2016
23, X, 2016

Queridos hermanos y hermanas:

En los compases finales del Jubileo de la Misericordia, la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe, el popular DOMUND, nos invita a ver la misión ad gentes como una inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. Así comienza el papa Francisco su mensaje para el DOMUND de este año. El Santo Padre nos invita, como discípulos misioneros, a que ofrezcamos cada uno nuestros propios talentos, dones, creatividad y experiencia, o nuestra oración, para llevar el mensaje de la ternura de Dios a nuestros hermanos, tanto en las misiones propiamente dichas, como en nuestros ambientes, que casi sin darnos cuenta se van convirtiendo también en  territorios de misión. El mandato misionero de Jesús nos urge a anunciar el Evangelio a quienes no lo conocen o han abandonado la fe, para que todos experimenten la misericordia y el amor  de Dios.


La misericordia de Dios tiene como primeros destinatarios a los más frágiles, a los pequeños, los descartados y oprimidos. Él es el Dios bondadoso, atento, fiel, que está especialmente cerca de quien pasa necesidad. Está cerca de todos, como haría un padre y una madre con sus hijos, pero mira con especial ternura a los pobres, los ama con amor de madre y se estremece de compasión ante su fragilidad. Ellos deben ser el objeto preferencial del amor de los misioneros y de todos los hijos de la Iglesia.

Jesucristo, el Verbo encarnado, nos revela el rostro del Padre, rico en misericordia. Jesús, con su palabra, con sus gestos y sus milagros revela la misericordia de Dios. Su persona no es otra cosa sino amor, un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Los milagros que realiza tienen el sello de la misericordia hacia los pecadores, los pobres, los excluidos y los enfermos. En Él todo es misericordia. Nada en Él está falto de compasión. Su misericordia y su compasión tienen su culmen en el Calvario, en el que se inmola libremente por toda la humanidad.

Todo cristiano está llamado a ser misericordioso como el Padre, misericordioso como Jesús, amando como Él nos ama y haciendo que nuestra vida sea un signo de su bondad. Hoy son muchos los hombres y mujeres de toda edad y condición, que como Abraham, han escuchado la voz de Dios que les ha dicho Sal de tu tierra, y que en la misión ad gentes son testigos del amor de misericordia.

Hoy abundan también familias misioneras, que en los lugares más insospechados anuncian el Evangelio, bien de forma explícita o sirviendo a los pobres, en su promoción humana o en la educación y formación de las personas. La Iglesia ejerce así su destino de «madre», misericordiosa, procurando que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. La fe es un don de Dios, pero crece también  gracias a la caridad de los evangelizadores.

Todos los pueblos y culturas tienen derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto hoy es más necesario que nunca, si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras y crisis humanitarias que aquejan a los pueblos del hemisferio sur. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia es fuente de alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos. Todos estamos llamados al compromiso evangelizador, a salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.

En este Año Jubilar de la Misericordia se cumple el 90 aniversario del DOMUND, instituido por el Papa Pío XI en 1926. En esta efeméride,  recuerdo con mucho afecto a los cerca de dos centenares de misioneros y misioneras sevillanos, casi todos ellos religiosos, que están en la primera línea de la misión anunciando a Jesucristo en los países del sur y que son el orgullo de nuestra Archidiócesis. Dios quiera que surjan muchas vocaciones misioneras entre nuestros sacerdotes y laicos. Invito a  todos a rezar diariamente por las misiones, pues la oración es también el alma de la pastoral misionera. Agradezco a la Delegación Diocesana de Misiones y al Delegado su renovado entusiasmo y compromiso en favor de las misiones. Pido a los sacerdotes y demás responsables de la pastoral diocesana, en concreto a los profesores de Religión, catequistas y directores de la escuela católica, que hagan con todo esmero la campaña del DOMUND, sin descuidar la colecta, con la cual servimos a la evangelización y a los pobres. Somos de este modo misioneros de la misericordia.

Encomendando a todos los misioneros, y muy especialmente a los originarios de nuestra Archidiócesis, a Santa María, causa de nuestra alegría, a todos os saludo y bendigo con afecto.



+ Juan José Asenjo Pelegrina                                                                                           
Arzobispo de Sevilla