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viernes, 11 de octubre de 2013

Testimonio de un misionero salesiano en Uagadugú, Burkina Faso

Antonio Herrera, testigo directo de la juventud más desfavorecida de Burkina Faso

Estimados amigos/as de la misiones,

     Acojo con cariño y gratitud la invitación del Director Nacional de las OPM a compartir con todos vosotros la vida y la misión que los Salesianos de Don Bosco desarrollamos en Uagadugú, la capital de Burkina Faso.

Soy Antonio Herrera, sevillano (bueno, de un gran pueblo cercano a Sevilla: Alcalá de Guadaira), 52 años, de los cuales 20 en África del Oeste. Llevo 3 años en esta nueva fundación misionera salesiana de Uaga. Vivimos en un barrio marginal de la capital, al que dieron el nombre de Belleville. Siendo una ciudad enorme que crece de manera desproporcionada, estos barrios carecen de todos los servicios sociales mínimos: alcantarillado, agua corriente, electricidad, escuelas, dispensarios…  Desde que llegamos aquí, intentamos ganarnos la confianza y el amor de los niños y de los jóvenes, a través del Oratorio, esa plataforma de tiempo libre inventada por Don Bosco que permite un contacto humano y directo a través del juego, el deporte, la danza, los paseos. Al no tener locales propios, jugábamos en plena calle, o bajo un hangar de palo y de paja cuando el calor o la lluvia se hacían difíciles de soportar. Cientos de niños y algunos jóvenes monitores benévolos que nos ayudan forman esta gran familia en la que se aprende a convivir, a jugar, a respectar, a rezar también.
Conociendo la lucha cotidiana por sobrevivir de la mayoría de estas familias pobres, hemos abierto un pequeño Centro Sociocultural. Tiene como objetivo esencial ayudar a los jóvenes de ambos sexos, entre 15 y 25 años a adquirir ciertas competencias esenciales para lanzarse o mejorar el trabajo que realizan ya: telar tradicional, reparación de motos, peluquería, cocina; a estos oficios de formación rápida, se añaden la alfabetización y la informática. Unos 150 jóvenes reciben la formación, y los grupos se renuevan. Tenemos como proyecto de futuro obtener ayuda para equipar a algunos de estos jóvenes, que frecuentemente son el sustento de sus familias.
Como religiosos y sacerdotes, ayudamos a la parroquia en la celebración de los sacramentos y en la animación de los movimientos y asociaciones de infancia y de juventud.
             
Lo que me anima y entusiasma de este país y de esta Iglesia son las potencialidades con las que cuenta, es decir, una población que lucha cada día por sobrevivir y una Iglesia que crece desde la base, gracias a la fe activa y militante de muchos cristianos. Se puede afirmar que en esta Iglesia de Uaga la vida cristiana está sostenida materialmente por los cristianos, que se organizan en Comunidades Cristianas de Base, asegurando la vida ordinaria y el compromiso de la iglesia en cada barrio. Cuando voy al encuentro de oración semanal de las comunidades y veo los medios tan pobres con los que cuentan,  la participación al sostenimiento financiero y a las actividades que ellos mismos han programado, no me queda otra opción que decir con Jesús: esta mujer ha dado más que todos los otros, porque ha dado todo lo que tenia para vivir! Como misionero, me siento evangelizado por los niños que recorren tantos kilómetros para llegar a la catequesis, por los jóvenes que se ofrecen a animar los juegos de sus hermanillos pequeños del barrio en el Oratorio, por los hombres que reconstruyen su capilla de palo y paja, por las mujeres que se organizan para sostener a las más pobres, enfermas o viejas de entre ellas. La Iglesia de aquí es misionera porque contagia la fe!
             Doy gracias al Señor  por estos años de misión en Burkina.
                               P. Antonio Herrera, salesiano
                                   Uagadugú, Burkina Faso