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jueves, 17 de octubre de 2013

Chile, otro rincón del mundo donde está presente los misioneros

Hola, me llamo Loli Casado Navarro, soy sevillana, tengo 51 años y pertenezco a la Congregación de Hermanas del Prado y desde hace un año y un mes estoy destinada en Chile. ¡Todavía cuento los meses, a veces parecen que las horas no pasan y otras que es imposible que corra tanto el tiempo!.
La primera llamada que entendí del Señor, era para las misiones, pero eso lo veía muy grande para mí. Mi familia con unos valores muy evangélicos y cristianos, pero nada de practica religiosa. Yo me acerqué a la Parroquia porque mis amigas iban allí y me encontraba bien con ellas. A los 21 años me confirmé "pero no pasó nada", ¡eso era lo que yo creía! El Espíritu del Señor estaba a mi puerta deseando que le abriera un pequeño espacio para darme todo lo que tenía para mí.
Pero la vocación misionera no era para mí, era para los otros. Busco un chico para casarme y formar una familia... pero el Señor me hace ver que no me quiere por ahí, entonces, con la ayuda de un sacerdote me planteo seriamente mi vocación. De todo esto hace ya 24 años, y cada día doy gracias a Dios en mi oración, por el don de mi vocación, por el regalo tan grande que me ha hecho.
Estando en mi primer año de formación de la vida religiosa, le digo a una responsable que yo me quiero ir a Chile, y me responde que no, que ese no es mi camino. ¡Bueno, por medio de ellas me hablaba el Señor!, yo olvido la cuestión y continúo mi vida como religiosa en España.
Pasan 21 años y muchas cosas más, muchos encuentros con los más pobres, con niños y adultos, con Jesucristo y su Evangelio... y un día hablando con mi Responsable General, me propone, con cierto miedo, si yo quiero ir a Chile para reforzar una de las comunidades de allí. ¡ Dios mío, no lo podía creer! ¡Ahora que en mis planes ya no estaba esa posibilidad, me la ofrecen! Y aquí vemos la grandeza de la Misión, no es el capricho de un momento, no es mi gusto personal, no soy yo quien la dirige o la elige...es la Iglesia universal la que me envía, por medio de mi Congregación, es el mismo Jesucristo que me pregunta y que necesita de mí para que sea conocido y amado, es el Espíritu Santo que sopla donde quiere y cuando quiere. Emocionada le digo que Sí, y le cuento mi pequeña historia... y aquí estoy.
Estoy viviendo en la 3ª Región, es decir, en el norte de Chile, una zona árida, dura, desértica... la minería es lo principal de éstos lados. Cerca del desierto de Atacama, Vallenar es una pequeña ciudad, muy diversa, con grandes diferencias ya sea en el interior hacia la Cordillera, o hacia el mar.
La población de Vista Alegre, donde vivo con mi Comunidad, está en la ladera norte de Vallenar, como a un tercer nivel de altura del centro. Pobre, con casas pequeñas, de madera, latón, cartones..., construir con ladrillo y cemento es carísimo, y como la lluvia cae dos o tres veces al año no hay muchos problemas de goteras...pero eso sí, el frío del desierto se mete por todas las rendijas de la casa... La gente es feliz, los niños juegan en las calles, los mayores mueren en sus casas, la vida es más social, los vecinos se conocen y se ayudan cuando hay un enfermo o hay una necesidad.
Comparar con la pobreza que yo había vivido en España es algo que quité de mi mente desde el principio, nada comparable. Aquí 1 euro equivale a 670 pesos chilenos, y esa es la cantidad que se gasta en el pan de una familia de 6 personas al día. El país avanza, pero las desigualdades también, y son las poblaciones más pobres y lejanas, las que lo sufren. Faltan médicos, hay que ir a la capital, 9h de bus, para consultar a un dermatólogo, u otro especialista... La educación está diseñada para los ricos, los niños pobres no pueden pagar otros colegios o universidades... Los papás deben trabajar en las minas con horarios terribles (10 días trabajan en las minas y 7 descansan en sus casas)... La familia se resiente, son las mujeres las que llevan adelante todo, y a veces teniendo que trabajar también ellas.
A pesar de toda ésta dureza, en mi oración doy gracias a Dios por todo lo que me permite vivir de su amor en éstas personas. He aprendido a confiar contra toda esperanza en que el Señor hace maravillas entre los más pobres, en que el Evangelio es entregado a los más sencillos y son ellos los que mejor entienden al Señor. Esta gente necesitada de todo, pero que lo que más aprecian es el que vayas a sus casas, puedan hablarte, en que reces con ellas por sus necesidades. Aunque también hay que decir, que a veces nos encontramos con situaciones muy duras, de rechazo, de violencia, pero el Señor siempre pone en tu vida las palabras o los hechos que debo hacer. Invito a toda persona que tenga inquietudes hacia el más pequeño, hacia el hermano sólo o desamparado, a cada joven que quiera entregar su vida al Señor, poder hacer una experiencia de despojo y confianza viniendo uno o dos meses a nuestra comunidad para experimentar el amor de Dios que se expresa a través de los gestos más sencillos que podamos imaginar. No olvidéis rezar por nosotros, por las comunidades a las que somos enviadas y compartir lo poco que se tiene, aquí es mucho, supone en muchas ocasiones la alegría de algunos niños, o los medicamentos de un anciano. A veces es necesaria la ayuda para tener una pieza donde celebrar la Eucaristía y hacer la catequesis...en fin, no dudéis que todo lo que generosamente se entrega por amor de Jesucristo, recibe el ciento por uno aquí y la vida eterna.
Con mucho cariño, Loli